A pesar de vivir muchos años en el extranjero, Laura seguía saludando con calidez a los vecinos, cocinaba con recetas tradicionales y mantenía un fuerte sentido de comunidad. Esa manera particular de ser, de comportarse y de relacionarse con los demás era parte de la idiosincrasia que había aprendido desde niña y que la hacía sentirse en casa, sin importar dónde estuviera.